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316 De la Confesion confiesan, no sea que se hallen burlas das:4 la hora de la muerte. ] En el Espejo grande de los Exemáa plos, (Spec, v. 6. destim. ex 8.) se refiea re, que un Religioso Sacerdote decia continuamente Misa, y hacia grandes penitencias por el alma de su madre diz funta, hasta que un dia, que con mas fervor y lágrimas oraba por ella, la vió de repente delante de sí con esta espans tosa figura. Vió que venia sentada sos bre un feísimo dragon, que respiraba abrasadoras llamas: Al un lado y al otro dos horribles demonios, que con dos cadenasde fuego, que le aprerabañ y ceñian todo el cuerpo, la traian apri- slonada. De su cabeza pendian muchas lagartijas; dos escorpiones en'sus ojo$ en sus orejas dos ratones, que unos y otros no cesaban de roer y morder, cas yó fuera de sí el Religioso con tan es pantosa vista ; pero la desdichada le dís xo: No temas que soy tu maldita madre, que estoy condenada para siempre enel Infierno. ¿Pues cómo; le replicó el hijo no te confesaste y recibiste los Sacra- mentos? Sí respondió; pero siendo las galas profanas un saco lleno de la En Lia ios
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