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196 De la Confesion por todas partes despedía llamas ,acomg pañadas de un hedor abominable, Paq vorosa con tan horrenda vista, fue 4 arrojarse por una ventana, Pára, detente, hija, (le dixo en voz humana el monsy truo) detente, óyeme : Sabe, hija, que yo soy (¡ay de mi!) tu infelíz y maldira madre. Yo soy (¡ay desgracia mia!) la que era reputada por santa. Yo soy la que me exercitaba en obras y cony versacionestan ajustadas; pero (¡ódesvens turada de mí!) que sin que hayan apros vechado las obras virruosas que hice, soy condenada á los Infiernos, por no haber confesado algunasenormes fealda: des , que con tu padre cometí. No rue gues mas por mí, porque tus oraciones nada me han de aprovechar. ¿ Y quées lo que mas te atormenta en el Infierno? | la preguntó compasiva la hija, El no ver á Dios (le respondió ) es la pena mas atroz 3 y despues de eso , el consi» derar , que tan crueles penas y acerbos tormentos nunca han de acabarse. Con esto dando saltos por la casa, la tragó y sepultó en sus cabernas profundas el Infierno, donde entre indecible at« dor penara infelizmente , sin a als

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