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y Comunion, Trat. 1. S> huyeron todos despavoridos. Llegó 4 la Iglesia, estaba-á la puerta de ella el Cura, el qual no menos espantado de verle, huyendo se entró apresurado en su Iglesia y cerró la puerta para defen= derse, pensando que venia tras él el demonio. Llegóse el afligido pecador á la puerta, y con lágrimas y gemidos empezó á llamar al Cura, suplicándo- le se doliese de él, porque era oveja suya , y se llamaba Pedro , dándole se- ñas para que le conociese , y admitiese á sus pies para confesarse. El Cura vien» do sus lágrimas, se dolió de él, dicien- do entre sí: No puede ser este demo- nio, pues asi llora sus pecados. Abriéó- le la Iglesia, confesóle € imponiéndo- le saludable penirencia, le absolvió de sus culpas; y fue cosa maravillosa que al instante perdió aquella fea y hor= renda monstruosidad, y quedó muy bello y hermoso 3 mostrando con esto nuestro Señor la grande virtud y efi- cacia de la penitencia y Confesion Sas cramental. Despert. del Alm, fol, 82. De este caso puedes inferir, que si ahora te hallas en pecado mortal, es- tarán tu alma y cuerpo cercados de F4 de-

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