BCCPAM000258-3-12000000000000
; 337 jeros, adoptando los modales y las palabras, que al- guna vez mandaba Dios a sus profetas que emplea- sen, para persuadir a aquel pueblo, amante de para- bolas y de tipos,-que decian la verdad, cuando pre- sagiaban ciertos acontecimientos, manddé traer dos astas de buey hechas de hierro, y poniéndoselas en la frente, iba con paso veloz por delante de los re- yes sentados en sus sdlios, y gritando asi: eslo dice el Seior; ast,-asi has de echar tu d volar la Siria, joh rey de Israel! (1) Otro tanto decian todos los consejeros; pero nada de esto satisfacia al santo rey Josafat: queria conse- jos sanos, procedentes de consejeros buenos; y*para obtenerlos, pregunté 4 Acab, sino habria por el pais algun profeta-verdadero del Senor. Uno ha quedado, le contesté su colega; pero lo delesto, porque no me anun- cia cosas buenas, sino malas... jOh! No hables asi joh rey! le contesté Josafat: has que venga aqui; y al poco legd el profeta Micheas. Grande y sublime estuvo este pro- feta en presencia de los reyes: preguntado por el de’ Israel, si podia salir 4 la guerra 6 no, respondidé que si, que saliese, pues el Sehor pondria en sus manos la ciudad enemiga. Pero debié el profeta emplear ta- les modales, y hablar en tal acento de yoz, que el rey comprendié, que su respuesta era una ironia; en vis- ta de lo cual, le impuso un mandato solemne, de que ’ le dijese simple y llanamente lo que Dios le hubiese inspirado. Dijolo el profeta, enardecidse el rey, que- jandose de un consejero, que jamas le auguraba co- sa buena; y entonces este, levantando su voz, hablé al pueblé congregado, y 4 los reyes, diciendo asi: (1) Ul, Reg., cap. XXII, v. 14.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz