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327 mental de Ja libertad de conciencia, 6 declarar que esa ley era para todos, fuesen catdlicos 6 no ecatdli- ~ cos, el axioma publicado por la revolucion del Pia- monte, de Iglesia libre en Estado libre, tiene una signi- ficacion genuina; y puede decirse de ella que las pa- labras valen tanto cuanto suenan: La Iglesia es libre, y el Estado es libre. Fsa libertad e la Iglesia es una conquista de la _- verdad; de la verdad cuya légica es irresistible. Pues jqué! ;podia durar una persecucion, que no se diferen- ciaba, sino en ciertas exterioridades de la de los tres. primeros ‘Siglos de la Iglesia? ;Podia continuar vigen- te una ley, que privaba de los derechos civiles al ca- tolico, por solo el hecho de serlo, en una época en la cual solo se habla de los derechos del hombre? Pues bien; el tiempo, la paciencia, la oratoria catdlica y el buen sentido han ido encerrando 4 los gobiernos de_ esos pueblos en un dilema mas invencible que un mu- ro de bronce, redondo- como el circulo, y alto como un cedro de cien ais: el dilema es este: 6 declarar -que los catélicos tienen derecho 4 usar del derecho que la ley concede 4 todo hombre, 6 declarar solem- ne y legalmente, que los eatélicos no son individuos de la especie humana, que no son hombres. La ver- dad triunfé de Ja opresion producida por la mentira. Alli los Obispos gozan de una libertad verdaderamen- te apostilica: alli viven estos, y se mantiene el culto de Dios en la parte exterior con las donaciones de los fieles; advirtiéndose la circunstancia notabilisima, de ser tanto mas generosos aquellos, cuanto mis Ji- bres son en el ejercicio de su religion, y mas libres ven 4 sus Obispos de las influencias de los gobiernos. Pero esta léjos de ser asi en los paisess Hamadog
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