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320 nes, y dando su vida por la fe. Pero los revoluciona- rios modernos, no solo son los imitadores de los ir- risores de Cristo, sino que quieren ser algo mas ma- los que aquellos; pues siquiera los judios creian en algo que venia de muy atras, de su padre Abraham, y no necesitaban de argumentos humanos para creer que Dios habia hablado 4 su gran padre: estos no; estos quieren que la autoridad del Papa proceda de la persuasion del pueblo, no de la veracidad intrinse- ca de Ja verdad, no de la infalibilidad de la autoridad del Sumo Pontifice y de la Iglesia catélica. Da naiu- seas oir tanta necedad. Hoy dia por tanto, ya no es un misterio el pensa- miento oculto de la revolucion en tantas operaciones indefinibles como ejecutaba: fingia que queria dar al Papauna digaidad régia, pero su verdadero propdsito era colocar sobre sus hombros un retazo de piirpura desechada, para reirse delante de él con felonia y sar- casmo, diciéndole: ahi tienes en lo que ha parado tu pretendida autoridad: Dios te salve, rey de Roma: ahi tienes en lo que han pated tus protestas contra los derechos del pueblo4 constituirse: el pueblo te ha depuesto de tu trono: Dios te salve, rey sin reino. Di- remos pues sin rebozo y sin temor, al cerrar este co- rolario, que todas esas insighes mentiras sociales y politicas de la revolucion modernisima, del derecho que se quiere suponer en los pucblos para constituir- se, y del respeto social y politico 4 los hechos consu- mados, acompajiadas de las otras dos tan ampulosas como impias, de no intervencion en los negocios que atafen al orden de la sociedad, y de engrandecer el reinado espiritual del Papa, dandole por defensor 4 un colega real que viva en frente de su augusta mo- EIN tester.

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