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‘ “ee . Pontifice, y al fin, se le ha reducido 4 cautiverio, consolandose con esta idea el aludido. En cuanto al segundo, nada hay que decir; pues él ha dicho bastante el 14 de Octubre y el 31 de Diciembre, en los palacios Pitti de Florencia y Quirinal de Roma.: ‘ Pero oigamas los aioe de victoria dela revolu- cion, en los cuales, como hacian los poetas paganos con sus dogmas mitolégicos, publican los revolu- cionarios casi sin saber que descubren sus tramas vi- les, cuanto estaba oculto entre las sombras de una politica sacrilega. Casi se resiste la pluma a rasguear lo que vamos a eseribir; pero son los cantares de la revolucion, embriagada en el triunfo de su fuerza bru- tal, y diremos llorando lo que ella entonaba con ru- gidos de satisfaccion. Era el dia 23 de Setiembre, cuando un diario de Roma publicaba lo que sigue: «Urge que el poder militar resuelva delinitivamente y pronto la cuestion de los mercenarios pontificios, cuya presencia armada en algunos puntos de la ciu- dad turba la paz publica, irrita los animos exaspera- dos de los ciudadanos, y es wna amenaza permanen- te 4 la seguridad del pueblo, y un fomite perenne de desérdenes. Los hechos dolorosos acontecidos ayer en el Transtiberino, en donde cuatro plebeyos fueron muertos por las descargas hechas por los infames gendarmes del Papa, prueban la necesidad de que es- ta chusma malvada, toda, entenddamonos bien, extran- jera 6 indigena, sea desarmada en el acto. Sin tardan- za debe desaparecer de la vista de un pueblo, que ha sufrido de ella crueldades y prepotencias indeseripti- bles; el cual por lo tanto tiene razon para encolerizar- se con solo yerla, tiene derecho para que desaparez-

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