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sin que su corazon se conmueva: y gqué no sucede al ver que dos naciones se estan destruyendo en una guerra horrible? jHay alma que no se entristezea, 6. corazon que no se rompa de dolor? Debemos decirlo: la intervencion para evitar las calamidades de la guer- ra, cuando es posible, esta consignada en los precep- tos de justicia y caridad que Dios ha dado al hombre. jAy! solo el toro de la selva esti impavido en alto ris- co, viendo cémo se deshacen otros dé su especie en una hondonada: solo el fiero leon de la Numidia mi- ra sin conmoverse el sangriento combate de dos ti- " gres, que quedan ahogados a la vez, abrazindoseen el cuello con sus ufias de acero. El hombre no; por- que Dios le ha dado corazon sensible, no de fiera; y no puede contemplar la carniceria entre sus progi- mos, sin dar un grito de horror. En esto poco esta encerrado un gran tratado: no decimos mas, porque al examinar los consectarios de las mentiras sociales que hemos combatido, quere- mos dar una ojeada 4 los hechos actuales, para de- mostrar que el objeto de esas doctrinas era el despo- jo del Sumo Pontifice de su dominio temporal. He- mos notado ya que en estos quince anos ha habido dos intervenciones, una de las cuales sepulté muchos cientos de miles de hombres en los campos de la Cri- mea, y otra lleva trazas de conducir al sepulcro a otros tantos; pero en medio de esas intervenciones, para reprimir los instintos de dos soberanos fuertes, ha habido dos no intervenciones para derribar 4 los débiles, No se ha intervenido en la nacion que, aun en medio de su decadencia, did, hace veinte y dos aos, la iniciativa, para que la Francia enviase sus ejércitos 4 Roma, y, en union del suyo, echase de ©
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