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304 Abranse los libros santos, y se vera que lo prime- ro que Dios mandé al hombre fué que cuidase de su prégimo, y no lo dejase perecer; (1) lo que abraza el precepto de socorrer al indigente y miserable, el de restablecer la paz entre los disidentes cuando puede hacerse, el de rescatar al prégimo de cautiverio ini- cuo, si hay modo de hacerlo, y el de intervenir, para evitar una guerra, justa 6 injusta, 4 fin de arreglar las disensiones por tratados y convenios miituos en- tre los beligerantes, y-obligar con fuerzas mayores, 4 que entren en orden los revoltosos que se levantan contra la autoridad, y siembran el luto en las fami- lias, convirtiendo las ciudades en campamentos, y regando con. sangre Jas, calles y plazas. Y si el axio- ma politico de no infervenir fuese una verdad, habria que venir por deducciones ineludibles hasta afirmar que ninguna autoridad constituida tiene derecho 4 apaciguar con la fuerza los motines populares, 6 los alzamientos de las ciudades y provincias; pues estas pueden alegar el principio nuevo de tener derecho a constituirse, entronizandose al momento la ley de la fuerza brutal por ambos lados. jEs cierto que cada pueblo tiene derecho 4 constituirse? pués en ese ca- so, la autoridad que lo quiere hacer entrar en drden, es una fuerza brutal. ;No es cierto ese principio? pues en ese caso, las provincias no pueden levan- tarse; y si lo hacen, obran bajo la influencia de la fuerza brutal, Por cualquier ladé que eso se mire, vamos, en efecto, 4 parar 4 la pura brutalidad; por- que en realidad, cuando dos hombres se estan ba- tiendo, ninguno puede ver que se derrama su sangre, (1) Eceli., cap. XVIT, v. 12, : - unm Ao. CR eee
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