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Se 298 Jesucristo en su pasion, reprobando altamente un he- cho consumado4 presencia de una autoridad, sin que esta lo hubiese impedido, ni castigado al actor. Y Ila- ma en efecto la atencion, que el mansisimo Jesis, que no desplegé sus labios en medio de tan crueles tratamientos como le dieron en su pasion, haya ha- blado al recibir una bofetada cruél. Se encontraba el Salvador delante de la autoridad del Sumo Sacerdo- te, que le interrogaba sobre su doctrina y sus disci- pulos; 4 lo cual respondid, que se remitia en todo eso al piblico que lo habia oido; y puesto que se queria hacer un examen, debia empezarse por interrdgar 4 los que lo habian oido, pues ellos podian responder en el particular, atendido que habia predicado siem- pre en piblico, y jamés en secreto. Una bofetada fie- ra, descargada brutalmente por un criado del Ponti- fice, fue la contestacion que recibidé el Maestro celes- tial, que ensefaba al mismo Pontifice, cual debia ser el procedimiento legal, para sumariar 4 un acusado. Grande fué la leccion para aquel alto funcionario; pe- ro no fué ménos admirable la que le dié al permitir la osadia de su sirviente; pues en el acto mismo se digné dirigirle la palabra é interpelarle, para que di- jese en qué habia faltado 4 la dignidad pontificia, concluyendo con estas palabras terribles: si he habla- do bien, gpor qué me hieres? (A) _ ; - Estas palabras de Jesucristo no necesitan de co- mentarios: en ellas, como en las que hemos referido, estan consignados todos los principios del derecho publico: queda consignada la inviolabilidad del indi- viduo, 4 quien no tiene derecho de maltratar el juez, (1) .Jo., cap. XVI, v. 23, a sooner sb iaaRY sa
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