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cristo mando 4 su discipulo que no resistiese; y pre- cisamente le cité las palabras, con que Dios amena- z6 4 quien derramase sangre injustamente. (1) Un hecho hay, ademis, digno de nuestra meditacion, y es, que en el acto curd Jésucristo al siervo, cuya ore- ja habia cortado Pedro de un sablazo; y bien pode- mos creer, que el Salvador hizo aquella gracia al im- pio, mas por,Pedro, que por el agraciado, 4 fin de que nadie pudiese acusarlo, de haber hecho armas contra la fuerza de la autoridad. Entre tanto, Jesu- cristo nos ensefiéd que nadie puede hacerlo, aunque sea inicua en lo que manda. No fué ménos elocuen- te la leecion 4 los enemigos, echandoles en cara*su conducta depravada, por degradar su principado sa- cerdotal, su magistratura y su dignidad por el modo corno la ejercian; pues revestian el acto de su pren- dimiento con aparatos de tal especie, que se podia creer que él era un ladron, atendido que iban arma- dos de espadas y garrotes, cuando sabian muy bien, que léjos de serlo, lo habian visto estar siempre en el templo ensenhando y haciendo bien 4 todos. (2) iTerrible leccion para los que mandan y no miran a otro cédigo sino 4 sus iras! Semejante 4 esta fué la que did al presidente ro- mano, en ocasion de haberle preguntado este si era rey de los judios; (3) por que es necesario advyertir, que los principes de los sacerdotes se presentaron en tumulto al presidente, diciéndole que habian sorpren- dido 4 Jesis sublevando al pueblo, prohibiendo dar (1) Gén., cap. VI, v. 9. (2) Laue., cap. XXII, v. 52. (3) Jo., cap. XVIII, v. 33,
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