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. 277 sienes de los titanes, dando aureolas de divinidad 4 lamaza y 4 laclava, mientras dejaban que estos tira- nos desnudasen de su diadema la noble frente de la justicia, que, cual reina incorruptible y casta, esten- dia con las manos su manto recamado para cubrir con él 4 los mortales. Era entonces lamentable la suerte de los hombres: vivia el venerable patriarca . en ameno valle, cuidando un inmenso rebano de ove- jas fecundas como las de Galaad, y de corderos blan- cos como la nieve, que pastaban y saltaban sobre el cesped florido de los collados; y al ver que lo aco- metian manadas de lobos, gritaba pidiendo auxilio; pero los titanes abrian larga brecha con sus clavas en las montafias, de las cuales brotaban nuevos gi- gantes que derribaban al indefenso pastor, aplaudien- do 4 los titanes y 4 sus hijos los grandes y los pode- rosos que veian la catastrofe desde los castillos y ciu- dades, en que vivian; riéndose de la desgracia agena, porque sabian que no podia Hegar 4 sus aledzares murados y rastrillados. La ley de la fuerza era enton- ces la reina de la tierra, y 4 ella rendian pleito ho- menaje los sefiores del mundo: el malandrin subia erguido por anchas y espaciosas escalinatas de mo- radas régias, y cual noble y bizarro general que va 4 poner 4 los piés de su monarca los trofeos de mil ba- tallas ganadas en el campo del honor, entraba él has- ta las gradas del trono, y arrojaba alli con altanero desdén el botin de provincias y reinos que gan6, no vistiendo el noble traje del guerrero, ni cubriendo su pecho con entorchado de honor, sino con camisa ro- ja, emblema del tirano, que tiene su gloria en tenir sus vestidos en sangre inocente. Entonees clamaba cl oprimido pidiendo auxilio asus hermanos; y se abo-

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