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15 Creemos sinceramente que no nos hemos equivo- cado, pues los hechos han venido 4 corroborar nues- tro juicio. Desde aquel dia empezaron 4 desaparecer las armas, que Jesucristo did 4 su Iglesia entregan- Comentarios, que cuentan ya cerca de tres siglos; son simbé- licas, porque por medio de enigmas va sehalando cada Papa 6 cada Pontificado. Se habian visto cumplidas esas prediccio- nes en muchos Pontifices; pero desde que se vid el viaje de Pio VI a Viena, por ver si amansaba al emperador fildsofo de Austria, que despedazaba con dureza la disciplina de la Iglesia, nadie dudé de que este Pontifice estaba deserito en el lema que decia, Peregrinus Apostolicus. Seguia otro, que decia: Aquila rapar, y nadie dudé despues de los hechos.que este era Pio VI, cuya persona, cuya tiara y cuyos Estados, robé. el diguila rapdz, de Napoleon, levdudose a Paris los ob- jetos artisticos mds preciosos que habiaen Roma. Hay des- pues cuatrosimbolos, siendo el ultimo, Cruz de cruce, el cual corresponie al vauat Pontificado. Muchas veces hemos me- ditado sobre estas tres palabras, y\ ya desde el Congreso de Paris empezamos 4 entrever que en dos de ellas se encerra- ba la casa de Saboya; y cuatro afios mds tarde, cuando Na- poleon entré en Italia y fue Namado por los italianos, salva- dor, digimos, no sin derramar ligrimas, que el simbolo Crux de cruce empezaba 4 enseiiar sus uiias; al ver las maniobras del principe Napoleon en Toscana en ese aio, y la invasion de las Marcas y de Ja Uumbria, ya no dudamos de que la cruz del martirio del santo Pontifice tendria su complemen- to en, aquel labaro de donde se originaba; al ser testigo de lo que pasé en Roma el dia de su toma sacrilega, no pudi- mos ménos de decir, que la cruz de la persecucicn de la Igle- sia, crux, yenia de la cruz de Saboya, de cruce. Sin embar- go, lo que decimos en este particular, no tiene mds yalor que el de una simple congetura, en la cual — equivo- carnos,

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