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272 de sus Estados. Verdaderamente los hombres de las generaciones venideras, en quienes es probable que no tengan tanta fuerza como en los de las actuales los principios revolucionarios, no han de saber qué calificacion dar 4 los que con tan malas artes han es- tado combatiendo por tantos afios contra el derecho y la justicia de una posesion, tan justa, tan legitima, — y tan sagrada como la del Vicario de Cristo. Muchas y muy gloriosas paginas, se han de escribir entonces sobre los hechos de! gran Pontifice, que esta comba- tiendo hace veinte y cinco afios con la revolucion: muchas tambien, y muy negras, han de ser las que se escribiran sobre las arterias de pésima ley de mu- chos hombres de preeminencia social, que estaran entonces sometidos al fallo inexorable de la historia. Escritores vendran, no precisamente catiélicos, sino hasta nacidos en las sectas disidentes, pero filésofos desapasionados, y pensadores profundos, los cuales cojeran el lodo de la ignominia 4 pufiados, para ar- rojarlo sobre la sombra de ciertos séres de nombre fatidico, y sobre el espectro de este siglo que sera en- tonces un triste finado. En su indignacion, al ver tan- tas y tan abominables ingratitudes, tantas y tan as- querosas tramas de una politica indigna, y tantas vi- lezas, con las cuales se ha cortespondido 4 la manse- dumbre, 4 la bondad, 4 lo generosidad, 4 la magna- nimidad, 4 la sabiduria, 4 la constancia y al herois- mo del gran Pontifice, se preguntaran 4 si mismos: 2Qué gentes eran aquellas? ;Qué hombres eran los que vivian en ese siglo? ;Qué consejeros tenian los reyes? ,En qué fuentes bebian las aguas de la sabi- duria? ;Habianse desenterrado por alguna casualidad los archivos de la politica de Juliano Apdstata, 6 de

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