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Sin embargo, los judios, tan groseros en sus de- seos como incrédulos a las palabras de humildad que oian de los labios de Jesucristo, y en especial al man- dato que les did de dar al César lo que es del César, quisieron proclamarlo rey, Pero Jesucristo que cono- cié sus proyectos, y vid que pensaban efectuarlos, no solo sin consultarle, sino apoderandose de su per- sona, y poniéndolo 4 su cabeza como rey, se retird y huyé al desierto para evitar que llevasen 4 cabo sus consejos y su deliberacion. (1) Preséntase aqui una cuestion ardua, y, al parecer, dificil de resolver- “se; pero su resolucion depende del examen que,se haga de los derechos del pueblo. ;Tenia este derecho justo, para hacer lo que intentaba? No lo tenia bajo ningun concepto; el derecho de reinar temporalmen- te, vinculado 4 la familia de David, habia concluido por yoluntad del mismo que se lo did, desde el mo- mento en que aparecié el deseado de las gentes: este por otra parte, que era el tinico, en quien recaia ese derecho en linea recta y agnada, por un altisimo con- sejo de su sabiduria infinita, léjos de querer reinar temporalmente en el trono de su padre segun la na- turaleza humana, habia decretado nacer, vivir y mo- rir en una condicion humilde. El quererlo hacer rey temporal, por tanto, era contra lo que habian anun- ciado los Profetas, era contra sus decretos; y no te- niendg nadie facultad para ir contra los designios de Dios, es claro que bajo este punto de vista el pueblo obraba contra la voluntad divina. Adethas, este pueblo tenia autoridades constitni- das, un rey en la Galilea, y un presidente romano en (lt) Jo.,-capeVi,-v. 15.
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