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261° naciones, que, en fuerza de esa doctrina anti-social, han ecltado 4 tierra tronos de quince siglos de exis- tencia, y mas claro todavia en Jo que la revolucion italiana 6 mejor dicho piamontesa, ha hecho con el Sumo Pontifice. Pesaremos en la balanza de la razon el valor de medios inicuos; pero antes registrarémos la natura- leza y las circunstancias del hecho de un pueblo que intenté constituirse, interviniendo nada ménos que el rey de cielos y tierra. Sabido es, que al empezar Jesu- cristo el tercer afio de su predicacion, y cuando la fa- ma de su doctrina y sus milagros no cabia ya en la Ju- dea y la Galilea, hizo en esta el prodigio admirable de haber dado de comer 4 mis de cinco mil personas, que le seguian en aquella ocasion, con solo cineo panes y solo dos pececillos. Este portento inaudito, unido 4 tantos como le habian precedido, y 4 la doctrina ce- lestial que salia de sus libios, produjo en aquellas turbas la idea de que Jests era el profeta que debia venir al mundo, (1) segun lo habia anunciado Moi- sés; (2) y apénas lo pensaron, determinaron procla- marlo rey, y reconocerlo como tal, Hé ahi por tanto un pueblo, que quiere constituirse. Hay que tener presente, que la monarquia temporal del rey David estaba circunscrita en su duracion 4 un tiempo de- terminado, que concluia en los dias préximos *4 la venida del Mesias; pues clara y expresamen- te lo dijo el Patriarea Jacob por estas palabras: no faltaré el cetro de la casa de Judd, ni capitan de su (1) Jo., cap. VI, v. 14. (2) Deut., cap. XVII, v. 15. la fuerza moral, que se ha intentado producir por —
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