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F . ‘ ¥ 247 ejecutan en campo abierto; se va extendiendo 4 ma- nera de traidores, que bajo magnifico ropaje escon- den el puiial; y al fin sale al combate, como los lobos en tiempos de grandes nevadas, que se reunen en cuadrillas para que no se les escape’ el ternero, cuyas huellas husmean desde los bosques lejanos, Ningun hombre de sano criterio dira jamas, que estos movi- mientos de la revolucion puedan llamarse principios de fuerza moral, ni ménos, que puedan engendrarla, ni en si misma, ni respecto de los hombres. Todo es- to en sana ldgica se lama fuerza brutal; pues’siendo este el iltimo resultado de Ja revolucion, todo lo que la ha precedido, esta en la misma relacion que tiene la causa con el efecto. Porque asi como todos los ac- tos del sér racional presuponen la existencia de una potencia racional, y todos los actos de un sabio tien- den 4 aumentar mais y mis su sabiduria; y por el contrario, ningun acto del animal irracional presu- pone la existencia en ¢l de una facultad espiritual, y todos tienden 4 fortificar en él la fuerza brutal; asi hay que decir, que son de la misma naturaleza en las revoluciones los actos que las engendran, y las .extienden, y las consuman: la consumaciom es bru- tal, y brutal es cuanto la precede. Ahora pues: la fuer- za brutal no puede engendrar jamas fuerza moral. Sin embargo, la revolucion que ha arrebatado por la fuerza brutal al Santo Padre su poder temporal, ha estado invocando por largos aiios la poderosa influen- cia de la fuerza moral; y la invocaba, como si fucse un génio benéfico que, sin dejarse ver, va enca- minando las cosas con fuerza y suavidad 4 un resul- tado vivificante. Se ha dado tanta importancia 4 esta fuerza moral, que nos vemos en la precision de exa-

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