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3 235 pero, entre tanto, creemos firmemente que enel com- bate encarnizado que el infierno intenta dar para sa- ciar su hambre de destruir, nunca podran sus tigres . devorar la Iglesia, ni sobreponerse 4 los derechos de su cabeza visible. La Iglesia de Cristo y esa piedra, “sobre la cual la ha fundado, es todo una misma cosa, es la cordera de Dios: los tigres se devoraran, la ove- jita quedara intacta. Pero, lo repetimos, esos medios de la politica an- ti-cristiana, adoptados para desnudar 4 Nuestro San- tisimo Padre de su autoridad real, y arrancarle sus dominios temporales, son heregias y cismas y apos- tasias; las cuales, en verdad, no son nuevas en ‘el mundo. Hace ya veinte y dos siglos, que algunos hombres corrompidos é¢ incrédulos del pueblo de Dios, publicaron el derecho del progreso de los gen- tiles, y levantaron el grito en el seno de la nacion santa, diciendo 4 sus conciudadanos, como hoy se dice entre las naciones catélicas: vayamos, y arre- glemos nuestros negoctos con los iddlatras que viven en nuestros alrededores, pues desde que no estanos con ellos, nos vemos rodeados de males, (1) Fueron en efecto, 4 presentarse al rey Antioco; y expuestos sus pensa- mientos, les permitid este que estableciesen en Jeru- salen gimmasios y atencos 4 usanza de los paganos; que abriesen prostibulos, y convirtiesen el templo de Dios en templo de Jupiter, y estableciesen alli su cul- to profano, aboliendo el del Altisimo, (2) Esta dispo- sicion de los judios apéstatas, dice el historiador sa- grado, ensanché sobremanera el corazon de Antioco; (1) I. Mac., cap. I, v, 12. (2) Ibid., v. 46, 46
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