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222 3 ligion revelada; y con los extraviados de ella, para que vuelvan. Pero esta sacratisiina economia desu politica celestial, no la hace tan humilde que descienda de su altisimo puesto 4 condescendencias indignas de su grandeza magestuosa. Si trata con un Nerén, prime- ro se deja crucificar que acceder 4 sus pretensiones inicuas de abandonar el culto del Sefior; si con un Teodosio, le dice con toda libertad que, 6 salga del - templo, 6 haga penitencia publica, por haber pecado publicamente;y si con un Enrique que se apellida defensor de la fe, y no hace mis que destruirla, lo ana- tematiza, y lo entrega 4 Satands, para que caiga con él en los suplicios eternos. No; no manda Jesucristo 4 los Apéstoles que tengan esa humildad, que los hombres de ideas revolucionarias quisieran ver. en sus sucesores, de someterse 4 mandatos que son con- tra la independencia y libertad de la Iglesia, contra ln institucion de ella, contra la santidad de los Sacra- mentos, contra el orden establecido por Dios; al con- trario, les dice que dén testimonio 4 la verdad en pre- sencia de toda la tierra, (1) y que no se fatiguen mu- - cho en discurrir sobre lo que han de decir, cuando se presentadren por ante reyes y jefes de pueblos; por- que les bajara de lo alto en aquellos momentos una efocuencia tan convincente, que ninguno de sus ad- versarios podra impugnar; porque, les dice, no sois vosotros los que hablais, sino el Espiritu de cuestro Padre, que habla en vosotros. (2) ’ Véase, repetimogs, si el Sacerdote, si el sucesor de los Apdstoles, tiene que entender de cosas del (1) Act., cap. I, v. 8. (2) . Mat., cap. X, v. 20, : i
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