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9 piezas de batir, y aun oimos el estallido fragoroso de una bomba que reventé 4 cuarenta pasos de nuestra morada, junto a la Iglesia de la Virgen de los Marti- res, antiguo panteon de Agripa. Lo que digamos por tanto con relacion a los eventos de Roma, lo referiré- mos como quien ha sido testigo ocular y auricular, y podremos decir como el Evangelista San Juan: ales- liguamos lo que hemos visto con nuestros propios ojos, y palpado con nuestras mismas manos. (1) Pero antes de decir y comentar un hecho notabilisimo, que fué el que nos obligé 4 dar un grito en medio del silencio y la calma con que examinaibamos en aquel dia 1 fiso- nomia peculiar de cada uno de los acontecimientos, debemos en obsequio de nuestra conciencia, que asi nes lo exige, guardar silencio y cerrar los kibios, porque la Cabeza visible dé Ja Iglesia ha hablado y hecho la relacion de cuanto en tiempo anterior han hecho sus enemigos para ir abriéndose camino con el fin de llegar 4 ese dia, y de lo que ha pasado en él y en los que le han seguido. El Sumo Pontilice ha di- rigido Gltimamente una Enciclica 4 todos los Obispos del orbe ecatélico, diciéndoles cual es su posicion en medio de los enemigos de la Iglesia, y mandindoles que se lo hagan saber 4 los fieles sometidos 4 su cui- dado pastoral, para que no ignoren estos su despojo, st cautiverio, y el escarnio y las befas que sufre de sus opresores, despues de haber estos bombardeado Ja ciitedra de San Pedro, y usurpado con fuerza bru- tal el trono real, que Dios se digné establecer para su Vicario en la tierra, 4 fin de que se sentase miis alta- mente que los reyes del mundo, y no estuviese suje- (1) I. Jo., cap. 1, v. 4.

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