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& ' é 241 capitanes 6 soldados de sus legiones; quienes defen- dian con heroismo 4 sus senhores, cuando se trataba de conservar su vida, 6 sus derechos y los del impe- rio. Pero esos mismos hombres, tan obsequiosos pa- ra con los altos mandatarios, y tan ciegos en su obe- dienci para cumplir sus érdenes; tan pronto como se les mandaba que diesen al César lo que es tan so- lo de Dios, hablaban con la misma valentia, que lo hizo San Pedro al senado de Jerusalen; (1) y renun- ciaban 4 empleos, honores, fajas, espadas y vidas. Claro es por tanto, que ninguno, mejor que la Iglesia, comprende lo que es la verdadera politica, en el principe y en el vasallo: en aquel, la politica ha de fundarse en la justivia, no en leyes inicuas que aten- ten al derecho ageno, ni en la fuerza brutal; no in- tentando extender sus dominios sino por medios li- citos, no por absorcion violenta de otros principados menores que el suyo; pues la razon natural le ense- 4 todo hombre, que lo que no quiera para si mis- mo, no lo haga 4 otro; no permitiendo que sus her- manos en el poder perezcan sin darles una mano ge- nerosa; no tolerando que prevalezca el poderoso so- bre el débil, por solo el derecho de la fuerza; y por _ fin, no sirviéndose en sus tratados y convenios, de.pa - labras insidiosas, de ficcion.6 hipocresia, de falacias de conversacion, 6 restricciones mentales, sino te- niendo siempre 4 la vista el temor de Dios, de quien ha de reconocerse ministro; y el honor en su verda- dero sentido, el honor, que si se perdiera en el mun- do, debia hallar un santuario-en el corazon de los re- yes. En el vasallo la politica es de la misma natura- (1) Act., cap. V, ¥; 49;
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