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ae es 8 3 : Hanto. Roma, la ciudad de la paz, oy6 el estruendo de una artilleria feréz, que lanzé contra ella mis de seis mil proyectiles en cinco horas, arrojO sobre sus sagradas basilicas innumerables bombas y granadas, vid destruidas sus murallas, oyé las pisadas sacrile- gas con que hollaban sus calles y plazas sesenta mil invasores, y se extremecié con la horrenda-griteria de.un populacho venido de léjos, el cual con voces execratorias maldecia 4 todo lo que es bendito, y ben- decia4 todo lo que es maldito; vid esto toda la fami- lia del erucilicado, y toda en masa prorrampié en amargo llanto, diciendo con el profeta Jeremias la tristisima lamentacion con que este lloré la ruina de Jerusalen por los ineireuncisos. jAy! exclamé la cris- tiandad enlutada: ;Cémo se encuentra solitaria la ciudad lena de habitantes, se ha vuelto como viuda la senora de los pueblos, y la metrépoli de las provincias ha sido hecha tribularia? Se han apoderado de ella sus enemigos, enri- queciéndose con sus despojos: Ulorando estén sus caminos, porque no hay quien venga a sus solemnidades: sus puerlas estan destruidas, sus sacerdoles no. hacen mas que planir, sus virgenes se ven escudlidas, y toda ella gime abrevada de amargura. (1) gCémo se ha oscurecido el oro, se ha mudado su color subido, y se han dispersado las piedras del santuario.en los rincones de todas las plazas? (2) _ Asi lloré la Iglesia en ese dia, y asi continua llo- rando todavia: cliponos la suerte de tomar parte ac- tiva en este llanto, pues fuimos testigo ocular de una gran parte de las abominaciones consumadas en él, y oimos el pavoroso estruendo de los obuses y las (1). Jer. Lament., cap. I, wv. 1, 4, 5. (2) Tbid., cap. 1V,-v. 4.

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