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Rated pe 3 Fi : - 202 los hombres de todos los pueblos, inspirdndoles 4 es- tos en todas partes las mismas ideas falsas respecto del principio de autoridad, y de los dogmas incon- trastables que sostienen la sociedad en el érden y mo- ralidad ptblica y privada, que le ha dado Ja divina Providencia; y hemos explicado que el fin que se pro- pone en esto Ja revolucion, es hacer que en medio de esa diferencia que hay en la tierra de pueblos, de nacionesy de idiomas, sea aquella, en cuanto 4 pro- fesar doctrinas contrarias al derecho divino, lo que era el linaje humano antes de la confusion de la tor- re de Babel. Una sola lengua, una ‘sola manera de expresarse, se ha querido introducir en el circulo de las ideas; intentando que en todas partes sean las mismas, impias, irreligiosas y anti-sociales. No ha conseguido su objeto la revolucion enemiga de Dios y de los hombres; porque, no son ocho mil los que no han doblado su rodilla delante del idolo de Ja ra- zon, (1) sino muchas decenas de millones del pueblo catélico; las cuales reprueban esas doctrinas y dan testimonio de su fe pura, al levantar su voz en todo el orbe, protestando contra el resultado pareial y transitorio, que han dado en la invasion sacrilega de los Estados del romano Pontifice, y contra los medios reprobados que se han adoptado para conseguirlo. Pero, al mismo tiempo que se iba introduciendo en la sociedad la formacion de esa pretendida unidad moral en las ideas impias y subversoras, iba vocin- gleandose la necesidad de las nacionalidades, 6 de las unidades politicas, 4 las cuales debia darse cimien- to en la libre voluntad de los pueblos, y fuerza y co- (1) Til, Reg., cap. XIX, y. 18, i }

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