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~ de levantar, cuando Dios despliegue su estandartede guerra, y haga que resuene el clarin que ha de Has mar 4 sus guerreros. jNo valen para nada las armas espirituales! Oiga pues la revolucion: acuérdese de lo que acontecié al malhadado Enrique IV de Alema- nia; del fin tragico del célebre repiblico romano Nie- colo Renzi: traiga 4 su memoria la campaha de Ru- sia del soldado feliz de este siglo: no pierda de vista i Sedan, y 4 lo que ha venido despues; pues todo ese _conjunto de lapidas sepulerales, de hombres y de na- ciones, que han tenido la osadia de tocar, insultar, atacar y engafar al Vicario de Cristo, estin diciendo 4 los revolucionarios la leccion de los difuntos: hoy para mi, mahaua para li, Pero, puesto que la revolu- cion esta haciendo lo posible para volver 4 los hom- bres paganos, oiga de la boca de un sabio pagano la descripcion de la obra que ha querido llevar 4 cabo, y de lo que tarde 6 temprano le ha de suceder; con cuyas palabras concluimos este capitulo, encargando ala revolucion que las aprenda. «Affectasse ferunt regnum ceeleste gigantes, «Altaque congestos sustulisse ad sydera montes. «Tunc Pater Omnipotens misso, perfregit Olympum, «Fulmine, et percussit subiectum Pellion Ossa, Ovip. Methamorphos. CAPITULO VIII. LAS UNIDADES POLITICAS. Hemos dicho ya que la revolucion ha.tenido un empefio decidido en formar una unidad moral entre
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