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200 ningun otro, es licito atacar sin motivo justo, ni echarle de la posesion legitima y pacifica de sus Es- tados; y que quien hiciere lo, contrario comete un crimen de injusticia, de latrocinio, alcual van unidos otros de asesinatos, de violencias, de hurtos, de rapi- # has y de depredaciones; no pudiendo quitarle ese = reato ningun tribunal, no justificandolola reunion de muchos para consumar el atentado; pues esos mu- - chos incurririn enla misma criminalidad, y seran tan reos como él, de los excesos que se cometan. Tampoco importa nada que la revolucion, tan al- tanera como impia, se plante de brazos ante el Sumo Pontifice y le insulte con risa feréz, diciéndole que sus protestas no tienen valor ninguno, pues en afos pasados, «provincias enteras de sus dominios se se- pararon de él, unas rebelindosele, otras formando plebiscitos... y que entonces tambien publicd protes- tas enviando circulares 4 Europa, y usando de las ar- mas espirituales, sin obtener ningun resultado.» (1) Oiga, pues, esa revolucion insultante: ;No valen na- da las protestas del Papa? No adelauta nada con ful- minar los rayos que Dios ha puesto en su mano? Vea esa revolucion insensata, como se ha levantade en to- do el orbe ese grito de execracion contra ella, apénas Pio IX ha abierto sus labios para anatematizar el cri- men: vea, cémo de todas partes se oyen las voces de los pueblos sensatos contra la invasion barbara a la simple voz del Pontifice que se lamenta. jNo han he- cho caso los reyes! No importa; pues no son ellos los a ames de las naciones, y no son ellos los que las han (1) Gaxzet, del. Pop., 11 Ottob, 4870, n.° 18, pig. 69, col. 2, lin, 2, CAPUC ; cP "INOg j : awe | TUDELA ~~ ae
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