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‘ 7 da con 1azo indisoluble 4 Cristo, que es la justicia, la paz y la bienaventuranza por esencia? Pero es preci- so confesar, que algunas veces se suceden con una rapidez chocante los motivos de alegria y de lagri- mas; de lo cual pudiera inferir el espirita humano que lo segundo exclaye lo primero y lo repele, aun- que no es asi; y el espiritu humano, que compare las alegrias que vienen del cielo, con las que los hom- bres se forjan en la tierra, jamas sabra discernir lo que entraiia la paz que da 4 las almas el Espiritu Santo. ; Dicho esto, debemos confesar tambien, que para los espiritus débiles, y para las almas asustadizas, pocos lances ha habido, como el ocurrido hace poco, que las hayan podido conturbar: porque, por uno de los acontecimientos mis faustos que ha tenido la Igle- sia, se halfaba esta vestida de las galas de su regoci- jo, cuando de repente la asalté la fiera tormenta, que se presentd amenazadora y semejante4 las olas del Océano agitado por furioso vendabal, que parece que van 4 tragarse la tierra y no dejar una nave sobre las aguas salobres. Dos meses habia, que con aplauso del orbe se habia declarado asunto de dogma y obje- to de nuestra fe la doctrina, tan antigua como Ja mis- ma Iglesia, de la Infalibilidad del romano Pontifice cuando enseiia la religion y sus preceptos 4 toda la cristiandad en calidad de Maestro y Doctor del uni- verso creyente; y resonaban en todas partes los ecos de los canticos sagrados que modulaban los fieles en loor del Altisimo, 4 los cuales respondian con uniso- no acento Jos moradores del cielo. Pero llegé un mo- mento, en que los moradores de la tierra tavimos que suspender el laud de la alegria, para entregarnos al

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