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ee lugar en Jerusalen entre los mandatarios de la ciu- dad, 4 los pactos que estos hicieron con Iscariote, y 4 lo que este hizo, para que los principes no se equi- vocasen en el sujeto 4 quien debian echar mano, y arrastrarlo al suplicioy Esta vez tocd la suerte, preci- samente 4 un estandarte de campo blanco, donde no hay mis que una ensefia, enseiia de paz y caridad, de santo derecho y verdadera justicia. de amor 4 Je- sucristo, de veneracion 4 su Vicario, y de santa su- mision 4 cuanto Aquel mand6, y 4 cuanto en su nom- bre ordena este, la seal de la cruz. El veinte de Se- tiembre de este ano es el dia mas nefasto que ha te- nido ese libaro: pues en realidad puede decirse, que desde que se tremola la insigni real del Hijo de Dios, cuya sola vista hace huir al demonio, so!» en ese dia, no solo no ha huido de su presencia, sino que la ha acompanado ufano y altivo, diciendo sin duda 4 sus satélites, que habia legado el dia en que iba 4 aca- bar con la cruz por medio dela cruz. Consecnencia natural de esta triste herencia, que han ido legandose los reinos y las monarquias cris- tianas, ha sido esa admirable alternativa que cons- tituye la existencia de Ja Iglesia catéliea, 4 quien cu- po en suerte celestial la alegvia del espiritu, inaltera- ble y perenne, que nadie la podra quitar, pero acom- panada del luto que viste de vez en cuando, y sazona- da con lagrimas que vierte4 torrentes poros ultra- jes que se hacen 4 su Esposo, y por la perdicion de los pecadores. Contradictorio parece este vivir siniul- tineo de alegria inmutable y de ervel amargura, pe- ro no es, ni siquiera contrario: porque al alma justa nada Ja perturba, ni puede nadie arrancarla la paz del Sefor. ;Cudnto ménos 4 la Iglesia, que esta uni-

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