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Ms bres crueles y sanguinarios, mo osaron extender su mano á este asilo de la inocencia oprimida: la virtud Divina, que pro- teje á las niñas, los contuvo para que no intentasen contra ellas el menor insulto. Después de tantas revoluciones poli- ticas y religiosas, lo vemos en el dia en un estado mejor y más brillante. Le ha sucedido lo que al Arca de Noé, 4 quien las olas más soberbias, y las avenidas más espantosas, sólo sirvieron para levantarla sobre todos los collados y montañas, á una desmedida elevacion; á ese modo este Monasterio, des- pues de tantas tempestades y diluvios políticos, ha salido con más lustre y gallardía: no parece sino que el dedo de Dios señaló sobre esos umbrales los límites al oleaje de las re- voluciones, y le ha dicho lo que al mar para que respete las arenas de las playas: Usque huc venies, non procedes am- plius, et hic confriges tumentes fluctus tuos. Hasta aquí llegarás, no pasarás adelante, y aquí quebrantarás tus hin- chadas olas (1). ¿Y es este el único fruto de la confianza que la Madre Isabel puso en su Dios? ¿Se reduce la economía de la Divina Providencia sólo al lustre exterior y á la conservacion de es- ta Casa? Alégrate, Sevilla, enjuga tus lágrimas, nó jamás te insultarán los extranjeros moviendo sobre tí su cabeza y diciendo: ¿Es esta la Ciudad hermosa y el gozo de toda Es- paña? Pues mirad el abatimiento de sus pequeñitos, sus lá- grimas y su dolor; repara en esta Comunidad fundada por la Madre Isabel, esa es la que está recogiendo tus hijos desam- parados y desvalidos; es verdad, nada tienen para esta grande obra que gfrezca una estabilidad terrena; pero tienen á Dios, y le tienen á tí, que eres, has sido y serás miéntras tengas piedras en tus edificios, el canal de los favores de Dios, el instrumento de su paternal providencia: y si nó ¿quién ha vis- to jamás en Sevilla perecer al necesitado, al menesteroso? ¿Cuándo ha mirado con ojos enjutos la miseria de sus hijos? (1) Job., 39. 11.
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