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A Ellages verdad, fué á las Américas, se trasladó á aquellos remotos paises, y pidió limosna para fundar su nuevo Estable- cimiento, pero nunca pensó enriquecerlo ni afianzar su sub- sistencia con heredades, fincas ni posesiones. El oro de Méjico todo se consumió en levantar estas paredes y en dar de comer á sus hermanas y niñas. Muy poco quedó que pudiese ser em- pleado en otros objetos; las dos pequeñas casas que compró con el fin de ayudar á las huérfanas, no eran capaces de ex- traerlas de su amada mendicidad y pobreza. ¡Ay, léjos de ella los pensamientos mezquinos de los prudentes del mundo! La que tenía su corazon lleno de la grandeza de Dios, ni debia ni queria tener otro apoyo de sus confianzas. Conocia dema- siado al celestial objeto de su amor, para dudar en lo más mínimo de su largueza. Sabía que nunca está el hombre más afianzado que cuando está en aquellas manos que abriéndose llenan á todo viviente de bendicion. ¡Ay! El que ha prometido á sus amigos la riqueza de los Serafines, ¿cómo le ha de ne- gar lo que concede á las hormigas y gusanillos de la tierra? 1d 18 El que no se fia de Dios en las cosas caducas (decia un an- tiguo Santo) (1) tampoco se fiará de él en las eternas. ¡Igno- rantes! ¿No reparais que con vuestra desconfianza insultais á la Divinidad misma en el más generoso de sus atributos? ¿El ! que dá lo más, cómo puede creerse negará lo ménos? El que ha colocado nuestras almas, criadas á su imágen y semejanza, en un excelentísimo órden de cosas, y en supremo grado del sér; el que ha determinado darse á sí mismo por premio en la gloria celestial, ¿rehysará el vil alimento necesario para conservar la vida? ¿Si no ha hecho esto con los pajarillos del campo, lo hará con nosotros sus queridos? Caiga por tierra la esperanza falaz que promete el oro, sepúltese y no aparezca delante de la grande Isabel. El túmulo donde se reduce á polvo la confianza de la carne, decia un sábio (2), es la (1) Apud Saul. 2. 7. de fiducia in Deum. (2) 1d. nbi. supra.