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- Y de la desdicha, así como en otro tiempo oyó el gemido de los hijos de Israel bajo la servidumbre de los Egipcios; y con aquella voz poderosa de su gracia que todo lo vence, le habla al corazon, y le dice: ve tú y recoje esa porcion de huér- fanas que andan extraviadas como ovejas sin pastor; li- bértalas de la miseria, edúcalas, vístelas y dáles de co- mer. ¡Oh eleccion de las más árduas que pueden imaginarse! ¡Oh poder de Dios, que así haces brillar lo inefable de tu So- beranía! ¡Oh confusion para los grandes y poderosos de la tier- ra, que abundando en sus cofres el oro y la plata no se sienten con valor para socorrer al necesitado! La Madre Isabel nada tiene, es pobrísima, en sus manos no se halla ningun re- curso que facilite la ejecucion de las órdenes de Dios; sin embargo, no se excusa como Moisés, no exclama como San Felipe: ¿Qué haré cuando mucho dinero empleado en pan no es suficiente para que cada niña tome siquiera una pequeña porcion? (1) Nada le acobarda. Ella resuelve reco- gerlas á”todas, vestirlas, educarlas, hasta que, llegandoá edad competente, se hallen en estado de tomar una resolucion. ¡Oh alma verdaderamente grande! ¡Oh caridad sin límites! ¡Oh determinacion generosa, infinitamente más digna de alabanza que la de Asuero en dar de comer expléndidamente á los mag- “nates de su córte, que la de José en alimentará todo el Egip- to, y que la de todos los Potentados del Orbe en medio de sus profusiones y liberalidades! A Si se le pregunta ála Madre Isabel con qué cuenta para la ejecucion de tan grande proyecto, responderá con el Santo tey David (2): El Señor es el que me gobierna, nada me podrá faltar. Dominus regit me, et nihil mihi deertt. Así se verifica; ella toma á tributo una casa en la calle Enladri- llada, labra allí-su nueva fundacion; después por motivos jus- (1) Joan., €. 6., v.7. 2) Ps. 22, v
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