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de, 7 cuando se siente toda interiormente renovada, y mudada en otra muy diferente. Sus idéas son de otro carácter, sus pen- samientos elevados, y sus deseos en cierto modo inmensos. No se contenta con entablar su propia santificacion+ ella +re- suelve promover la de sus prójimos. Como el fuego voraz que una vez prendido enla materia combustible todo lo abra= sa, todo lo consume, y nunca se sacia miéntras que halla en qué cebar la voracidad de sus llamas, así mucho más activa y devoradora era la caridad de la Madre Isabel. Sin embar- go de no contar casi con otro patrimonio ni riqueza, que la que llevaron los Apóstoles al discipulado de Jesucristo, se resuelve á fundar un Beaterio para recogimiento de vírgenes puras é inocentes que, consagradas al servicio de la Trinidad Bealí- sima, viviesen bajo la Regla de aquella Órden. No se contenta con sólo esto, aspira á más: ella miraba esparcidas por esa populosa Ciudad multitud de criaturas niñas huérfanas y des- validas que errantes por las calles andaban sin tener quien las educase, llenas de miseria, y expuestas á consecuencias más funestas. Este espectáculo sensible áun á los ojos de la humanidad penetraba de dolor su corazon compasivo. Se ve- rificaba. en ella lo mismo que cuenta desí el Profeta Jeremías: Defecerunt pre lacrymis oculi mei, conturbata sunt vis- cera mea, dum deficeret parvulus in plateis oppidi (1). Sus mejillas se llenaban de lágrimas, sus ojos desfallecian con la fuerza del llanto, sus entrañas se estremecian al ver á las niñas pequeñitas en las plazas y calles reducidas á la última desolacion. Con esta angustia en su alma, con este dolor en su corazon, se .abraza con su Dios pidiéndole un remedio. Este Señor, que se llama en las Sagradas Escrituras Padre de los huérfanos y desvalidos (2), habia yá escuchado desde su trono el clamor de aquellas criaturas inocentes oprimidas 1) Jerem. threnos, e. 2. (2 Ps. 67.

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