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a > Ms previene anticipadamente con bendiciones de dulzura, lo eleva del estiércol de su natural bajeza, lo levanta hácia si, le co- munica su poder y le dice: No temas; yo soy el que te en- vió, contigo estoy, nada te acobarde: seguro está que pue- dan prevalecer contra tí ni tus enemigos exteriores ni tus propias pasiones: yo mismo te daré tal virtud y for- taleza, que todo lo puedas en mi (1). Por eso es que cada justo en el desempeño de sus respectivas comisiones ha sido un muro de bronce, una columna de hierro, una roca contra quien han chocado las olas del Averno, y se han desbaratado humilladas á sus piés. Así lo fué un David, cuando decia: Aunque se trastorne el orbe de alto á bajo, aunque las montañas las vea yo arrancarse dé raiz y precipitarse en los mares, no temeré, porque el Señor es mi refugio y mi fortaleza (2). Lo era un Jeremías cuando Dios lo man- dó á profetizar á la casa de Judá contra sus Reyes, Príncipes y pueblo todo (3). Lo era un Pablo cuando decia: Todo lo puedo en Aquél que me anima y conforta (4). Lo era un Francisco de Asis, un Domingo y todos aquellos justos que han emprendido acciones portentosas en gloria de su Dios y exaltacion de su nombre Sacrosanto. El Señor les dió para ello sabiduría y prudencia grande en extremo, y sobre todo anchura del corazon como las arenas de los mares. Dedit (ei) Dominus. ... Permítaseme, señores, decir que la Madre Isabel está co- locada en este rango sublime; digo más, que este es su ca- rácter especial con que la condecoró prodigiosamente la dies- tra del Excelso. Ella sale de la pequeña esfera en que habia nacido, desde el momento mismo en que la Majestad infinita se dignó fijar sobre esta criatura sus ojos paternales. Este (1) Jer..e. 1. (2) Ps. 45. (3) Ibid. Jer. ut supra. (4) S. Pab, ad Philip., Cc. 4., v. 13

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