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«Y = presentes para el respeto, la gratitud y el amor; cuando no habia quien no derramase lágrimas al ver delante de sí á tan- tos infelices, que alegres y gozosos mostraban á todos las se- ñales de sus grillos y cadenas, y manifestaban entre una agra= dable sonrisa toda la expresion de la gratitud más cordial há= cia sus libertadores; cuando, en fin, estaba Sevilla conmovida mirando este heroismo de la caridad cristiana, hé aquí que se presenta otro no ménos tierno. ¡Dios Altísimo! tú te com=- placias en la misericordia compasiva de tus siervos en aquel acto de tanta edificacion, y tú señalabas de una manera la más dulce en aquel mismo momento, á la vista del mundo, otra li- bertadora que tu bondad inefable destinaba para redimir de las vejaciones de-la miseria multitud de criaturas inocentes, que gemian bajo el peso de un cruel abandono. La Madre Isa- bel de la Santísima Trinidad en lo más precioso de su vida, cuando sólo contaba veinte y cinco años, en público, á la vista de todos, renuncia el mundo y sus trajes, y recibe de ma- nos del Sacerdote el hábito sagrado, sin que nada pudiese in- timidarla, ni la extrañeza de la resolucion, ni la novedad que tanto impone, ni el concurso numeroso. ¿Y si estos fueron sus principios, cuáles serian los progre- sos de su vida? ¡Oh, qué hermosos son tus pasos, hija del Principe Eterno (1), pues con tanta animosidad caminas há= cia tu Dios! Pero mucho más hermoso fué aquel gran corazon que supo adoptar tan heróicas resoluciones. Yá Isabel se con- sidera en el mundo, como Jacob en la Mesopotamia; todo le dá en rostro, todo le disgusta, y lo que no la elevaá Dios, lo mira como al estiércol. Sus austeridades son tan grandes co- mo sus pensamientos. Ella se decide á observar con toda pun= tualidad la Regla primitiva que los Stos. Patriarcas Juan de Mata y Félix de Valois formaron en medio de sus fervores; Re- gla que asombró al mundo, y que ha hecho desde luego tan-= tos héroes abrasados en caridad, cuantos han sido sus exactos (DY Cant. 7, I.