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Dedil fei Dominus, sapitentiam, el prudentiam multam nimis, el latitudi nem cordis, sicul arenam que est. in dit fore maris. 3. Reg. C. 4. v, 99 Le dió el Señor prudencia y sabi- duría grande en extremo, y anchura de corazon como la arena que está en la playa del mar ¿Y quién es el temerario que se atreve á escudriñar los jui- cios del Señor? Nó... no son sus pensamientos como los pen- samientos de los mortales, ni sus proyectos se ejecutan por los medios que el prudente elije, que el sabio adopta, que el poderoso escoje; si así lo hiciese se dejaria comprender, sus obras estarian al alcance del mortal débil, y cualquiera podria, con sus investigaciones, penetrar hasta el Santuario de sus ar- canos. Las operaciones más ruidosas del Altísimo no se pre- sentan ejecutadas en el teatro de sus maravillas, sino por me- dios que jamás el hombre adoptaria, los más desproporciona- dos, y á veces los más ineptos. El que fundó la tierra sobre las bases de la nada, el que la sostiene-sin apoyo, el que hace cosas inescrutables sin número, ese mismo es el que atolon- dra al orgulloso, derriba al Monarca engreido y desbarata to- dos sus planes, sin echar mano para ello más que de lo pe- queño, de lo débil, de lo despreciable, y de lo que ménos 'co- nexion tiene con los resultados de majestad y de gloria que se propone. ¿Qué cosa al parecer más débil que una mujer
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