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— 0. .— ñez, las hacen supersticiosas, enemigas del trato social, sepa- radas de los encantos de su sexo, amilanadas y ridículas. ¡Ig- norantes! ¿Es preocupacion el conocimiento sólido de nuestra teligion santa? ¿Son supersticiones sus misterios y sus dog- mas? Pues esto es lo que se enseña en los Monasterios. ¡Des- dichados! siá vosotros se os hubiera dado por vuestros padres una instruccion semejante, si hubiérais” aprendido por prin- cipios sólidos la Religion, si hubiérais levantado con mano res- petuosa el sagrado velo que la cubre, para observar su her- mosura y la armonía y proporcion de todas sus partes, puede ser que no os viérais en el infeliz estado á que os ha condu- cido vuestra ciega preocupacion. ¡Ay! ¡Cuándo llegará el dia en que no se os permita deshonrar con vuestras abomina- ciones el delicioso suelo que pisais! ¡Cuándo sucederá el que la juventud os abomine, el Estado os conozca y la Religion fulmine contra vosotros anatemas verdaderamente desoladores de vuestra impiedad! Nó, la moral evangélica no hace á los que tienen la gloria de profesarla, especialmente al bello sexo, que con más particularidad se dedica á ella, pusilánimes y ridículas. Esa marcialidad, que aprecia tanto el libertino, no es ni será nunca el fruto de la virtud. El Evangelio no hace marciales á sus profesores, permitiéndoles que entren en un trato peligroso, que en cada momento expone la inocencia á un naufragio. El Evangelio forma de las jóvenes otras tantas víctimas del pudor, las hace virtuosas, modestas, inocentes, amantes de sus iguales, caritativas y apreciables áun á los ojos mismos de los libertinos, que las zahieren, si alguna vez lle- gan á mirarlas con los ojos de la razon. Esto es lo que se aprende en los Monasterios, esta es la educacion que en ellos se dá, verdaderamente ilustrada y juiciosa. Por más que se esmeren los padres de familia en educar á sus hijos dentro de sus casas, nunca podrán llegar á darles una crianza tan apreciable como la que se les proporciona en estos asilos de la virtud. ¿Y si nó, digase en qué casa, por bien cimentada que se crea en los conocimientos más brillantes á la juventud, se
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