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si E vez te venciere el sueño, te mirará por detrás de la pa- red, vendrá á ti, te llamará, y tú despertando exclamarás: Yo estoy llagada de amor; luégo oirás su voz que te dice: Huerto cerrado es mi esposa, mi hermana, huerto cerrado y fuente sellada. Guárdate de salir de casa, y no quie- ras ver á las hijas de la profanidad y del lujo, no sea,que te suceda la desgracia que por su curiosidad le sucedió á Dina.» Esta era la vida. que observaban las vir- genes todas (1). «Ellas saben, continúa el mismo Santo Padre, que se ha de orar en la hora de tercia, sexta y nona, á la mañana y á las vísperas. Ninguna come bo- cado sin hacer primero oracion, ni se aparta de la mesa sin dar gracias al Criador. De noche tienen á bien levantarse dos ó tres veces, y” meditar lo que han aprendido de memoria en las Santas Escrituras (2). El silencio, el retiro, las maceraciones, infatigable ánsia por la oracion, 'la meditacion contínua de las Santas Escrituras era la vida de estas virgenes, que más parecian ángeles que criaturas de la tierra. Nos precisa confesar, que ántes de haber Monasterios yá habia tantos cuantos eran sus casas. Su vestido era distinto del de las demás, su profesion se reducia al voto de castidad, no hacian ni el de pobreza ni el de obediencia. Era, sin embargo, verdaderamente una profe- sion religiosa (3). Se diferenciaba mucho de la solemne que se hacía con ceremonias muy respetables, cuando el Obispo po- nia á la virgen el velo sagrado. Cuando llegaron los felices tiempos de la paz de Constantino, comenzaron estas vírgenes á formar numerosas Comunidades. En estas juntas habia sus oratorios, en los cuales se juntaban para alabar al Señor y cantar los Salmos; mas no se celebraban en ellos los Sa- grados Misterios. La costumbre era el dirigirse á la Iglesia (1) Epist. 4 Eustoq. (2) Ibid. 3) Apud. Thomasini,t.1.,1 3. Cc. 43.
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