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E: rebaño de Jesucristo: por estas dichosas criaturas es por quien se llena de gozo la Iglesia Santa, y su gloriosa fecundidad en ella magníficamente florece.» Los Padres S. Atanasio, S. Gregorio Nacianceno, S. Basilio, Tertuliano y Otros muy antiguos, hacen elogios muy expresivos de ellas. Desde pequeñitas se dedicaban á Dios, prometian la virgi- nidad, y comenzaban una vida verdaderamente religiosa. Unas vivian bajo la custodia de sus padres y observaban una vida retirada en el rincon de su casa; otras, animadas de un valor superior, se iban á los desiertos, se encerraban en las gru- tas, y se entregaban á un retiro y maceracion rigorosisimos. Todavía no habia Monasterios formales á causa de las per- secuciones sangrientas de los Emperadores, y, sin embargo, se veian áun en los mismos palacios y casas particulares por- tentos de vida ejemplar y santísima en las vírgenes. Sus vir- tudes eran angélicas, su pureza celestial, sus penitencias asom- brosas. «Después de los doce años de su edad, dice el P. S. Gerónimo hablando de Sta. Asela, encerrada en las estrecheces de una celda, gozaba de las anchuras del Paraiso. Para ella el suelo de la desnuda tierra era á un mismo tiempo el lugar de su oracion y de su des- canso. Sus delicias eran el uyuno. Con pan, sal y agua fria excitaba más bien la hambre que la apagaba. Siem- pre hacía alguna obra de manos, y apénas se dejaba ver fuera de su retiro sino para ir á visitar los sepulcros de los mártires (1. La leccion, la oracion, el trabajo de manos hacía de es- tas virgencitas otras tantas imágenes de la santidad de Dios. No tenian otra ocupacion más contínua que el trato con su Dios. «Está siempre recogida en tu aposento, recréese siempre contigo tu esposo allá en lo interior de tu alma, decia el P. S. Gerónimo á Sta. Eustoquio, cuando tú oras hablas con Él, cuando lees Él habla contigo; si alguna 1) Apud. Thomasini., t. 1.1.3. c. 43.

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