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E, IN dre Pátria, cúbrase de luto y no se nombre en los anales de nuestra felicidad! ¿Y en qué otro objeto podrán emplearse los intereses humanos, más bien que en favorecer á estas desvali- das? ¡Dichoso dinero, que siendo frecuentemente en el comercio civil el instrumento de la iniquidad y de la injusticia, cuando desfallecemos bajo la guadaña inevitable de la muerte hace que seamos recibidos en las eternas moradas! ¡Oh, si consi- derasen los ricos del siglo cuánto se engañan cuando despre- cian á los pobres, á los huérfanos, á los desvalidos que tie- nen necesidad de su socorro! El Hijo de Dios les enseña á juz- gar de otramanera, y les hace ver en su Santo Evangelio (1) que ellos mismos son los que tienen una verdadera necesidad de los menesterosos. Es verdad que el pobrecillo huérfano necesita de la mano dadivosa del rico, para sostenerse y cu- brir su desnudez; pero es sin comparacion más urgente la que tienen ellos de los miserables á quienes socorren. Los ricos no pueden pretender su salvacion eterna, sino hacién- dose amigos, como dice Jesucristo, de aquellos mismos infe- lices, comunicándoles caritativamente sus bienes para- hallar entrada por medio de ellos en el Reino de los Cielos. Este teino pertenece á los pobres solos, ya sea porque sólo entra- rán en él los que sean pobres'de espíritu y de corazon, ó ya porque solamente el servicio que se hace á los pobres; como miembros de Jesucristo, dá á las personas ricas el derecho á la Gloria. ¡Oh, quiera el Señor admitir en su Reino á los Bienhechores de esta orfandad desvalida! ¡Cubra con su pro- teccion soberana á tantos como aquí extienden sus manos al pobrecillo, socorriéndolo con profusion. ntre estos ocupa el primer lugar el Rey nuestro Señor (Q. D. G.) y su augusta esposa (Q. S. G. H.) Doña María Jo- seía Amalia, cuyoseheróicos ejemplos de virtud, amabilidad, extraordinario candor y cariño con todos, especialmente con los desvalidos, harán inmortal su memoria en los anales de A (1). Luc., 16, 9,