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— 34 — taurar su obra. El toma bajo su conocimiento este piadoso Instituto, lo mira reducido á un estado de nulidad, sin am- paro, sin proteccion y sin recursos. Tiende su vista al mismo tiempo por esta espaciosa y poblada Capital, mira multitud de niñas errantes, huérfanas y desvalidas, que llenaban sus calles, reducidas á la más deplorable indigencia: sus entra- ñas piadosas se conmueven con este espectáculo, y apoyado en la Divina Providencia, resnelve con todas las véras de su alma reparar y erigir lo que la Madre Isabel habia edificado. Nada es capaz de arredrarlo, no le intimida lo grandioso de la empresa, y animado del Espíritu del Señor se dirige al Palacio Arzobispal, excita la conocida piedad del Excmo. Señor D. Alonso Márcos de Llanes y Argúelles, Prelado de esta Diócesis, y como el Ángel que baja de los Cielos á poner en movimiento las aguas de la piscina probática, así él mue- ve la devocion de gran multitud de personas, tanto eclesiás- ticas como seculares, que, contribuyendo con aquella limosna mensual que ofrecian voluntariamente, se mantuvieron y vis. tieron más de cien niñas y veinte y seis Beatas. Enardeció de modo los corazones de los Bienhechores, que todo mudó de as- pecto. Se labró un coro muy capaz para las niñas, un dormi- torio, y se aumentó tambien la Iglesia con el presbiterio y sa- cristía. Despues el Emmo. Señor Cardenal de Borbon, en- tusiasmado y electrizado por-el santo fuego de la caridad, que le inspiró D. Bartolomé Cabello, labró patio, dormitorio, enfermeria, corral, refectorio, cocina, lavaderos y once clases para la enseñanza de las niñas. Se formaron Constituciones las más sábias y conformes al espíritu de la fundacion, y en 16 de Agosto del año de 1797 despachó el Real y Supremo Consejo de Castilla, en Sala segunda de Gobierno, Cédula apro- bándolas, que obedeció el Real Acuerdo de esta Ciudad en ordinario celebrado en 4 de Marzo de 4799. La memoria de D. Bartolomé Cabello durará lo que duren las piedras de este edificio: fué incansable en trabajar y en agenciar en favor de la Casa, pues llegó á verse en tanto esplendor con los afanes