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os sen la suerte á que están sujetas todas las instituciones piadosas: el Señor hace pasará sus escogidos por el agua y el fuego: sufren duras tribulaciones, á- imitacion de la grande obra que levantó el Autor y Consumador de nuestra Fé: el Infierno no deja piedra por mover á fin de echar por el suelo lo que Dios ha edificado. Las criaturas llegan á mi- rar con frialdad aquello mismo que ántes les hacía derra- mar lágrimas de ternura. No obstante que las compañeras de la Madre Isabel, dignas de eterna memoria, eran tan ejem- plares, y se afanaban en pedir limosna, y en trabajar dé con- tínuo en obras “ó labores propias de su sexo, ello es que se fué debilitando cada dia más un Instituto tan útil y pia- doso: llenas del Espíritu dé Dios aquellas sus Hijas, no desis- ten de su empeño en llevar adelante la votacion á que el Altísimo las habia destinado: ellas, sin embargo de su po- breza, cada dia más apuradas, admiten niñas huérfanas, las mantienen, las enseñan, se sacrifican en su favor: mas ape- sar de tanto esmero, llegaron al extremado apuro en los años de 1789, de no poder mantener tres Beatas y dos niñas que habian quedado. Es preciso que el justo, escogido del Señor, se alimente con el pan de las lágrimas y con el desagradable agenjo de la tribulacion: mas la bondad paternal de nuestro Dios no deja por mucho tiempo que domine el dolor. La vara destinada para afligir á los pecadores no estará mucho tiempo sobre los escogidos, no sea que cayendo en la desconfianza, extienda sus manos á lo que desaprueba la Bondad infinita. Nó, no caerá el Establecimiento de la Madre Isabel, es obra de Dios, y cuenta seguramente con su soberana protección y amparo. El ha sido, además de esta ocasion, como la nave que se halla en alta mar y en medio de una deshecha borrasca, el juguete delas olas y los vientos enfurecidos: pero el Señor, que ha velado siempre en favor de sus queridos hijos, no lo ha dejado zozobrar ni perecer. Su Providencia amable ha sus- citado con oportunidad sugetos c 'mpasivos que, sintiendo en