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“07 era el objeto único de su continuo ódio, esa es la que ha es- pirado; mas su espiritu, aquel espíritu emprendedor, que mi- raba con desden el globo entero con sus delicias y riquezas, que nada hallaba árduo, nada dificultoso, aquel espíritu que vivia con el fuego del amor, éste no ha muerto, porque no muere ni puede morir aquel en quien ella vive y vivirá eter- namente, que es Dios; y así como Elías, al ausentarse en su carro de llamas, dejó su capa á Eliseo y en ella su espiritu doblado, así la Madre Isabel, al partirse para los Cielos, ha dejado su vestido precioso, único objeto de sus cariños, que es la educacion de las huerfanitas, á sus Eliseos, á su Co- munidad, y en ellas ha quedado tambien su espiritu mismo. la Madre Isabel vive, y en cierto modo se ve en cada una de estas sus dichosas discípulas. Desde la mansion celeste en donde está recibiendo el premio de su heróica caridad, las visita, las anima, las fortalece. Ella con sus súplicas ante el Trono Augusto, está haciendo diluviar torrentes de bendicio- nes sobre esta Casa. Ella es la que ha movido los corazonés generosos en todos tiempos para que hagan prodigios de li- beralidad. ¡Oh Cardenal Eminentísimo de Borbon, que entrando en este recinto sagrado sentiste la mano del Señor sobre tu alma conmovida! El Dios de Jacob te haya coronado en los Cielos con tantos laureles de gloria cuantas son las señales de tu piedad, que se admiran estampadas en las paredes de esta Casa. ¡Caritativo Sacerdote D. Bartolomé Cabello! ¿Cuándo se borrará tu memoria de los anales de la caridad? Tú has pasmado á Sevilla con los esfuerzos heróicos y continuos que por espacio de muchos años hicistes para favorecer á estas desvalidas. Señores, las lágrimas asoman á los ojos, la ter- nura conmueve las entrañas, “el corazon “salta de placer al hacer mencion de este ilustre Bienhechor. ¿Qué avariento ha corrido tanto tras del oro corruptible, para saciar su bajo co- razon, como D. Bartolomé Cabello tras de las limosnas más pequeñas para socorrer á las huérfanas de esta Casa? Sin embargo de su condecoración, se le ve casi siempre con la z