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268 LAS CONSTITUCIONES DE ALBACINA que sean puros y limpios de toda suciedad y llenos de afectos y deseos de pobreza; la cual, según dice nuestro Padre S. Francisco: Nos ha constituido herederos y reyes del reino de los cielos, os ha hecho pobres en cosas y os ha sublimado en virtudes. Sea ésta vuestra porción, mis queridísimos hermanos, si deseamos ser verdaderamente ricos y bien– aventurados. 21 66. Igualmente, ordenamos que todos los hábitos viejos de los lugares se pongan en común, y se nombre un encargado que tenga diligente cui– dado de remendarlos y lavarlos; y cuando algún hermano quiera lavar su hábito, tome uno de aquellos para cambiarse; y que el encargado de la comunidad sea solícito y que no se olvide luego del hábito que ha prestado, no sea que lo deje tener por dos o tres meses y después lo devuelvan sucio y roto. como es costumbre de los hermanos; y se ordena, por el contrario, que quien tome uno de dichos hábitos, se dé prisa en lavar y remendar el suyo, para que no precise tener el hábito de la comu– nidad más de tres o cuatro días. 67. Y si a alguno de los hermanos le parece difícil alguna de las pre– dichas cosas, que se acuerde de N. S. Jesucristo, el cual apareció y nació en el mundo pobre y humilde, y toda su vida fue para nosotros espejo y ejemplo de humildad y pobreza. Y esto es lo que El enseñó y mostró a N. P. S. Francisco, y lo que ha enseñado a todos sus siervos, para dar a entender que el principio, medio y fin de nuestra conversión está toda en acompañarlo a la santa cruz. Quien ha reparado y leído la vida de los santos y sus dichos, lo puede comprender, como es el caso de S. Martín, quien, estando cercano a la muerte, dijo a sus discípulos que lo exhor– taban «a que al menos permitiese que le pusieran debajo un pobre jergón: Hijos míos, les dijo, no está bien que el cristiano muera sino en ceniza y cilicio. Si yo os dejara otro ejemplo, no estaría libre de culpa». 22 ¿Y qué se lee del glorioso Jerónimo? ¿No decía de sí mismo: que estrellaba con– tra el suelo sus huesos apenas ya juntos, y que calla respecto a la comida y bebida, pues también los monjes enfermos tomaban agua fresca, y que tomar algo cocido se estimaría como regalo? 23 Así, pues, hermanos carísimos, sigamos las doctrinas, ejemplos y cos– tumbres de los verdaderos santos, los cuales no son sospeohosos, y deje– mos de lado los embustes y dichos de los hombres, sobre todo de aquellos que discrepan de la penitencia y cruz de Cristo, a la que os e:x;horto y con– forto que sigáis. Permaneced siempre fuertes en el Señor y acordaos de mí, hermanos carísimos, en vuestras oraciones. Traducción: José-Vicente Ciurana, O. F. M. Cap. 21 Cf. 2 R 6, 4-5. 22 Cf. Sulpicius Severus: Epist. 111, en Corpus script. eccl. lat. I, Vindobonae 1866, 149. 23 S. Jerónimo: Epistola 22 ad Eustocbiam, en PL 22, col. 398, n. 7.

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