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334 JESÚS DE LA TORRE ') con las religiosas fue correspondido por ellas. Un simple detalle lo tenemos en la Madre Saint-Simon, Superiora de las Hermanas de San José de Tarbes en Venezuela, quien espontáneamente quiso pro– curar al Padre Olegario los cuidados de sus religiosas en los momen– t os de enfermedad de este fraile . De hecho para atenderlo bien lo puso bajo el cuidado de dos religiosas. 37 X. CONCLUSIÓN Después de mirar a cristianos paradigmáticos nos puede entrar el gusanillo de gloriarnos de sus hazañas, y vivir a su cuenta. Contra esto alentaba continuamente san Francisco: «Es grandemente ver– gonzoso para nosotros los siervos de Dios que los santos hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria y honor». 38 Por ello el Espíritu hoy nos urge estar abiertos a su acción como lo estuvo el P. Olegario y otros muchos cristianos. Urge estar abiertos a los signos de los tiempos, y saber responder a las urgen– cias y necesidades de nuestro tiempo como ellos supieron hacerlo a su tiempo. Con unos versos 39 que proclaman poéticamente la personalidad humana y cristiana del P. Olegario de Barcelona, como personalidad paradigmática, cerramos estas páginas: Hemos perdido su palabra austera, su noble ejemplo, su bondad radiante, la luz interna de su fe triunfante, el dulce imán de su piedad sincera. Nos faltan los consejos que nos diera, por nuestro bien, su abnegación constante; nos faltan su humildad edificante, su caridad, que nunca fue quimera. Nos faltan los reproches de su celo, la paz de su mirada bienhechora, la gloria de sus frases de consuelo. Nos falta su firmeza redentora... Pero entre ¡hosannas! vive ya en el cielo, un santo más, que por nosotros ora. J ESÚS DE LA TORRE 37. Así nos lo transmite N. E. Navarro en el periódico La Religión (Caracas), 4 de octubre de 1900. 38. «Admonición 6» de san Francisco de Asís. 39. Se trata de Domingo Alas, cuyos versos aparecieron en el periódico La Religión
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