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314 JESÚS DE LA TORRE ., Pasquets será Fray Olegario de Barcelona. Toma ese nombre en honor al obispo preclaro y santo de su ciudad natal, san Olegario, que vivió a caballo entre los siglos XI y xn, falleciendo en 1137. Una vez hecha su profesión religiosa inicai los estudios eclesiásti– cos, los cuales se ven interrumpidos debido a que el Gobierno espa– ñol del momento expulsa a los religiosos y los expropia sus terrenos bajo pretexto de que eran terrenos en «manos muertas». Es la des– amortización de Mendizábal -ministro de Finanzas- de la entonces reina Isabel II, que al ser pequeña quien regentaba era su madre María Cristina de Nápoles. Desamortización acaecida en los años 1836 y 1837. Ya en 1834 y 1835 acontecieron matanzas de frailes, especial– mente en Madrid, porque el Gobierno -con su demagogia y propa– ganda- acusó a los frailes de responsables de una epidemia que se abatió sobre la ciudad capitalina. Y el populacho «manejado» se la desquitó matando a religiosos. Ante esos acontecimientos no les queda a los frailes más remedio que salir de España para salvar la vida. Así vagan, fray Olegario de Barcelona y otros cofrades, por Francia y llegan a Italia. Se residencian por fin en la diócesis de Parma con cierta tranquilidad mientras esperan el destino final por parte de sus superiores. Es en dicho lugar donde el 31 de diciembre de 1837 fue ordenado sacerdote fray Olegario.1 Como seguidor de san Francisco de Asís, el P. Olegario anhela llevar la buena noticia del evangelio a personas que aún no la han escuchado. Esto se halla muy claro en la reforma capuchina desde su comienzo,2 y no cabe duda que el P. Olegario se identificó con el carisma capuchino entrañablemente y de corazón. Un ejemplo que lo corrobora, es cómo al final de sus días el P. Olegario vuelve a vestir el hábito capuchino que décadas anteriores hubo de dejar al no quedarle más remedio que «secularizarse». Puede parecer éste un gesto trivial, pero lejos de ello está cargado de un gran significado l. Cf. N. E. NAVARRO, «El Rvdo. P. Fray Olegario de Barcelona. Primer aniversario de su muerte», Tipografía Herrera lrigoyen & Ca, Caracas 1901, pp. 5-8. 2. En las Constituciones Capuchinas de 1536, que vienen a ser las Constituciones «pro– gramáticas» de la reforma capuchina para el momento de su nacimiento y para los siglos futuros, se dice: «La conversión de los infieles fue algo muy querido por nuestro seráfico padre. Por eso, a gloria de Dios y para la salvación de los mismos, se ordena, conforme a la regla, que si algunos hermanos perfectos, inflamados por el amor de Cristo bendito Y por el celo de su fe católica, desean por inspiración divina ir a predicarla entre aquéllos, recurran a sus vicarios provinciales o al padre vicario general. Siendo juzgados idóneos por éstos, vayan con su licencia y bendición a tan ardua empresa (... ). Se podrá, con todo, distin– guir entre infieles bastante pacíficos, recientemente descubiertos por españoles Y portugueses en las Indias, y los turcos y agarenos, que sólo con armas y tormentos sostienen y defienden su maldita secta. No piensen los prelados en el corto número de hermanos, ni se duelan por la marcha de los buenos; más bien, arrojando todas sus preocupaciones y afanes en Aqud que se cuida continuamente de nosotros, obren en todas las cosas como !es dicta el espíritu divino, y dispóngalas con caridad, la cual no hace nada mal».
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