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OLEGARIO DE BARCELONA EN VENEZUELA 331 y Mons. Guevara al enterarse les manda una carta suspendiéndoles sus licencias ministeriales. Ni el P. Olegario, ni los otros cofrades, caen en la trampa ni halagos del Gobierno, pues se mantenían fieles a su arzobispo. Al año siguiente, irritado el Presidente, dará el decreto del 31 de enero reiterando definitivamente la expulsión para Monse– ñor Guevara y para «todo indivduo, de cualquier carácter, que ale– gando motivos de conciencia aparezca obedeciendo actos de juris– dicción del señor Guevara». 31 Nos imaginarnos cómo estarían, sobre todo los sacerdotes, en la mira del Gobierno, y cómo aquéllos ten– drían que «torear» el vendaval del Gobierno para mantenerse fieles a su prelado. De hecho el P. Olegario, no solamente no fue removido de su puesto, cosa a la que fue proclive Guzmán Blanco -al consi– derarse Jefe de la Iglesia y del Estado-, sino, más aún, respetado por él. Un último aspecto de este sentir eclesial del P. Olegario, y su servicio a la Iglesia local es lo referente a la vida religiosa, que vere– mos a continuación. IX. FRAY OLEGARIO: RELEVO EN EL IDEAL CAPUCHINO, Y ANIMADOR DE LA VIDA RELIGIOSA FEMENINA Cuando en 1842 llega ese contingente de capuchinos aún encuen– tran agún hermano de hábito del tiempo de la colonia de quien reci– bir esas enseñanzas, que sólo se pueden transmitir de viva voz y con el corazón encendido, porque son fruto de generaciones y de expe– riencias personales y comunitarias. En esa zona de Oriente, a la que llegó el P. Olegario, se encontraba el P. Tomás de Castellserás -último capuchino sobreviviente al período colonial- que estuvo de 1831 ·a 1851 como cura en San José de Areocuar (hoy de Carúpano), y antes había estado en Santa María y Cariaco -Edo. Sucre-. 32 Sin duda que el P. Olegario tendria oportunidad de conocerlo, al menos en sus primeros años de correrias por el Oriente. Recibe el relevo de los capuchinos coloniales, junto a otros que llegaron a conocer al P. To– más. El tiempo va pasando. Unos capuchinos se van a misionar a países centroamericanos, otros irán muriendo, y no se ven esperan– zas de que vuelvan más. Al comenzar la última década del .siglo XIX son contados los capuchinos que aún viven en tierra venezolana. Podemos contar en el oriente del país al P. Juan de Figueras, que murió en 1893 en El Pilar; y al P. Nicolás de Odena que fallece en 31. !bid., p . 392. - .32. Cf. Cayetano de CARROCERA,. o. c., pp. 22-23.

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