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PROPOSITOS. | . hi 2 d ¡O gran Dios, cuanta sería nuestra ingratitud si nuéstras lenguas no alaba. sen continuamente vuestras. misericor. dias, por el singular favor de la reden. cion, concedido 4 los hombres y nega- do á los Angeles apóstatas! Cuanta es nuestra obligacion de aprovecharnos del fruto de nuestra. Redeucion, empren. diendo el camino de la virtud; ¡es ver. dad que se padecen fatigas, mortifica- ciones, desabrimientos y otras penali- dades; pero tambien lo es, que la Di. vina gracia allana las dificultades po- ne dulces sus amarguras, sosiega sus inquietudes y Jlena de paz 4 las almas que la abrazan; así lo dijo David: que era mucha paz la que gozaban los que ama- ban á Dios; pero my al contrario les sucede á los que se afanan por: los pa- satiempos pecaminosos del mundo, y su quietud es falsa, su paz fingida, y de ella nacen, la enfermedad, la corrupcion espiritual del que la sigue, y perdicion de su alma, dice el Venerable Padre Fr, Luis de Granada. ¡O mi Dios, no hay espresiones para ponderar los consuelos que acompañan á lus que siguen la
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