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(3) E ao APROLOGO, DEL EDITOR... . de exortaciones de nuestro mo. Obispo An xiliar de Zaragoza han sido recibidas de los fieles con tanto aprecio, que la mayor parte se impri- mian apenas las. predicaba. Ciertamente las cir- cunstanciasien que las pronunciaba eran tan ex- traordinarias, y lospensamientos tan utiles y opor- tunos , que desde el momento que proponia el te- ma , ya todos los oyentes pendientes de su voz procuraban no perder una palabra. Muchos y muy celebres Predicadores hay en España , pero no sé ¿quien de ellos hubiera tenido aquella serenidad y, fuerza de espiritu que mostró nuestro respetable Prelado ,, quando se presentó la primera vez en, el Templo de María Santissima del Pinar , rodeado de un exercito vencedor que acababa de entrar en ¡Zaragoza. Con admiracion se repite. en España , y en los reynos extrangeros , aquellas memorables palabras con que dió principio : Misericordiz Do- mini quía. non sumus consumpti , y que explicó con tantas, lagrimas desu auditori io , y tan tierna cenmocion de sus:corazones. ¿La multitud de tro=. pas y oficiales que con el Duque de Montebello. nun:

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