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81 Con esta politica tan sublime como inmutable, el ministro. de Dios es tan humilde para obedecer, como varonil para no humillar su noble frente 4 nadie de este mundo, cuando es preciso sacrificar la gloria de Dios, y renunciar 4 la santidad de la Religion revelada. El mundo esta siempre diciendo que el sacerdote debe ser muy humilde, y que no debe resistir jamaés 4 nadie en lo que se le mande, y esto es una verdad infalible, siempre que no se le imponga un precepto y una ley contra el honor de Dios y la santidad de la fe. Pero el mundo no dice esa verdad en ese sentido, sino en el de pretender que el sacerdote ha de someterse 4 cuanto. se le mande, aunque vaya en ello la infraccion del dere- cho divino dela Iglesia catélica, 6 la deformacion de los sacramentos; y en este concepto, el mundo esta en un error. No conviene, dice San Hilario, guela humil- dad carezca de fortaleza, y debemos conservar la liber- tad de Dios en la sumision que debemos 4 todos, para que no nos aterren los impetus de los poderosos , ni cedamos 4 la arbitrariedad de los malwados (1). _. Esta humildad y esta fortaleza son mas necesarias 4 quien ha sido puesto p r el Espiritu Santo para go- bernar su Iglesia. Manso debe ser como un cordero para obedecer y para sufrir las adversidades; pero fuerte como un atleta para defender el depésito de la fe y la doctri- na que se le ha encomendado. Vedlo, amados hijos y hermanos, en los Santos; ved cémo esplicaba estas dos virtudes el P. San Basilio, hablando con un delegado del Emperador, que le mandaba cosas que su concien— cia no le permitia cumplir, porque peligraba em ello la gloria de Dios. Hn todas las demas cosas joh prefecto! le decia, somos mansos y placidos, y los mas sumisos de todos, como nos lo manda la ley; y no dire yacon- (1) S.Hilar.: In Ps. x1v, vers, 12.

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