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W -diésemos de tan. gfoseras calumnias; ni tamipoco. que hasta personas grandes en la:Casa de Dios nos. anima— ban 4, que tomasemos la pluma, Pero nuestra concien- cia de hombre)no, nos lo. permitia, porque profesamos eonvieciones, que nadie nos arrancara,y doctrinas que son inmutables, {porque nos la ensefia 4 todos Jesu— _ cristo. Tenemosla conviccion de que, por mas que la calumnia quebrante al vyaron fuerte, como dice el Sa- bio (4), el tiempo la anula, si es verdadera calumnia: tenemos la conviccion de que el tiempo endereza los tuertos de las razones ofuscadas, y que él, como. brisa _ del mar, disipa los nubarrones que produce el viento austral de pasiones recalentadas. Y, sobre todo, profe~ samos una doctrina, cuyo: abandono-tiene hoy dia con- vulsa é la sociedad, y es que nadie tiene derecho 4 ata car la autoridad, ni 4 levantarse contra ella, ni a po— nerla en ridiculo6 en division, ni 4 revelar sus’ = tos: profesamos la doctrina de respetar 4 toda autoridad, y de, si cometiere una falta, pues todo gobierno huma- no puede.cometerla, no resistirla con la fuerza, sino re- presentarlacon moderacion para que repare lo que deba ser reparado; «En esta filosofia, verdaderamente social, y, mas.que todo, ‘cristiana, nos hemos fundado para permanecer en silencio en medio de nuestras ad- eeeiaite. - Razones mas altas nos suministraba nuestra con— ciencia como ministré de Dios. Sorprendionos al princi- pio el vernos arrestado, aunque no perturbé nuestro corazon; peroapenas tuvimos conocimiento de la causa,” no sabiamos pensar sino en la octava bienaventuranza. ‘Repetiamos sin cesar en nuestro entendimiénto aque- llas palabras que el Salvador: dirigia‘4. sus Apéstoles, diciéndoles: Bienaventurados sois,cuanda os maldigan (1) Ecel., cap. vil, vers. 82
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