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| 36 , cuantos moran en esta region feliz, y los ha hecho por centenares de afios ricos, dichosos y tan opulengos, que han causado envidia 4 pueblos tenidos por ereniiay en la gran familia humana. Una sola voz tenia eco en mi corazon, y salia de mis labios, y era aquella que derrama dulzura en las almas: paz para todos, era el saludo con que me dirigia 4 las mismas playas, y mucho mas 4 cuantos habitan en su seno: y ha sido profundo el dolor y honda la herida de mi alma cuando he sabide que en alguna parte ha re— sonado el grito aterrador de guerra y escision. Por lo tanto, mi amado hijo y hermano, no puedo menos de ‘Havaros presente que la mision del sacerdote es la de procurar por todos los medios posibles que el pueblo que le esté encomendado sea feliz por el cum= @plimiento de sus deberes, amando 4 Dios sobre todas las cosas, sirviéndole en la observancia de sus leyes, y ado- randolo conforme lo prescribe el mismo, y viviendo su- miso 4 la autoridad encargada er pas del mismo pueblo. ~~ Escusado es decir que para que el ministro del Sefior lene cumplidamente su mision, ha de ser él el primero en llenar los deberes religiosos y sociales , siendo, como dice nuestro amabilisimo Redentor, sal dela tierra; és decir, moderado en sus palabras, modestoy recatado en sus obras, precediendo 4 todo esto ideas puras y senti- | mientos piadosos, para poder en seguida amonestar y | ensefiar al pueblo 6 inculcarle el soeeperent de sus obligaciones. | ' Tengo motivos muy fundados para esperar que de los labios de mis parrocos ‘y sacerdotes no saldran sino palabras de paz, y que no brotaran de-sus corazones mas sentimientos que los que inspira la caridad cristia- na. Persuadios, mi amado hijo y hermano, que la paz es hija de Ja jnsticts y su hermana inseparable, pues asi
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